Si quisiera encontrar una expresión para graficar este año, utilizaría: INTRÉPIDO.
Comenzó chato, fofo, sin demasiado... fue tomando forma, color, calor, sentido, coherencia.
Apenas unas pocas ilusiones y alegrías dispersas, unos cuantos planes, nada más.
Y el año se fue construyendo... sí... él. Se construía día a día, como -quizás- nosotros debiéramos construir nuestras vidas.
Me propuse muchas cosas, pocas concreté. En cambio, fui (o se fueron) concretando otras que nunca (o casi nunca) estuvieron en mis planes.
En todo caso, lo que sí me queda claro, es que llego a este recodo con la sensación de que gracias a mis errores y -claro está- a quienes me dieron la oportunidad de cometerlos, ahora puedo disfrutar de cosas que antes mi ceguera me impedía.
Hace unos días -sin ir más lejos- me crucé con alguien, del modo más insólito, en el lugar más curioso (para mí, no tanto para esa persona), en el horario menos imaginado, de la forma más extraña... ese alguien, que supo ser (según mi boca) un "indeseable", ahora es "alguien". Nada más, nada menos.
Sin proponérmelo estaba ante la prueba de fuego. Supe con una exactitud bastante cercana a la perfección cuánto había caminado y cuánto creí haber recorrido. Estábamos allí. Ambos nos vimos. Ambos decidimos hacer como que no nos vimos. Ambos seguimos nuestros respectivos asuntos.
Pero como esto es un balance únicamente mío, debo decirles que esta experiencia me dejó satisfecho... perplejo, pero satisfecho. Hay cosas que quedaron detrás. Las puedo ver, están ahí. Ahora sé que soy yo quién decide si verlas o -como en la situación con "alguien"- hacer como que no las veo. Ahora sé (como debí saber siempre) que la decisión es mía, sólo mía.
Este fue el año de la alegría por los amigos. Comenzaba con la noticia de que Horacio, mi viejo compañero de taller de teatro obtenía reconocimientos en el viejo continente por su primer papel protagónico en un largometraje. Lo recuerdo y todavía se me dibuja la sonrisa de la primera vez (como si me hubiera pasado a mí).
Mas tarde vino mi ingreso a la Fundación María Tsakos. La intención de estudiar danza se desdibujó por un tema de horarios y dejó paso a la posibilidad de aprender el idioma griego. Un punto más de nexo con mi amiga Killia (como si hiciera falta). Y cuando quisimos acordar, la propia Killia obtiene una beca para estudiar, nada menos que en Grecia!!!. Otra vez la felicidad de saber que alguien cercano (y vaya que ella sabe estar cerca de aquellos a quién entrega su amistad) llegaba a colmar una ilusión largamente forjada y surgida casi en un santiamén.
Ahora Killia está Europa, el mismo continente que le dió a Horacio el reconocimiento y los aplausos que quizás acá no llegaban. Killia está extrañando un poco y disfrutando mucho. Asombrándose casi constantemente y aprendiendo hasta cuando no se lo propone. Entregándonos a quienes tenemos las bendición de conocerla unas crónicas jugosísimas, llenas de ese costado curioso, analítico, crítico y agudo que sólo ella puede entregar y que -ojalá- un día se anime a hacer totalmente público.
Y cuando parecería que por ahí quedaba, una amiga blogger (a quién no identificaré por no haber solicitado el correspondiente aval para mencionar) me cuenta que una productora internacional se interesó en sus escritos para crear canciones basados en ellos. Todo un logro que -habiéndolos leído en más de una ocasión- no me extraña en absoluto.
Siempre es una buena noticia levantar una copa para brindar. Si el brindis además, es por la felicidad de quienes uno quiere, hablamos de una noticia mejor.
Este año tendré entonces, en ese punto en el que en un mismo acto despedimos un almanaque y saludamos otro, tres emociones hermosas por las cuales agradecer.
Pero no son las únicas.
En otros ámbitos las cosas también estuvieron “sacudidas”.
Digamos -como al pasar- que fui y vine desde el comienzo del año en una sucesión de emociones, y es ahora, sobre el final cuando mágicamente (o mediante un hechizo, quién sabe), aparece una Bruja que hace galopar cierto músculo en el extremo izquierdo de mi pecho. También si proponérnoslo (ni ella, ni yo… bueno, yo sí un poquito). Todo es difícil por el contexto en el que se inicia… pero difícil, sólo eso. Al fin y al cabo, ¿qué es de la vida sin las dificultades? (por no mencionar que estoy llegando a la conclusión de que lo sencillo termina por aburrirme).
Ya casi llegando al cierre de este largo post, me encantaría compartir que mi Seba, ese negrito divino que me saca canas de colores, terminó redondito su año lectivo. Pese a todos los pronósticos (basados en la experiencia de los años anteriores) aprobó su primer año con Sobresaliente (nota máxima) en conducta (¿?) y Sobresaliente-Muy bueno (un puntito menos) en rendimiento. Estoy feliz por él, por su esfuerzo, por demostrarse a sí mismo que puede, que es capaz, que todo depende de él (incluso a costas de las reprimendas que su madre y yo debemos –a veces- imponerle)
Así es mis amigos, que aún con los poderosísimos tres motivos iniciales para alzar mi copa, son muchos más los que empujan mi mano empuñando mi copa.
Por Horacio, por Rosana, por “mi amiga Blogger”, por mi corazón, por mi hijo Seba, por el reencuentro con mis familiares en Treinta y Tres, por mi amigo el negro Daniel (del que no les conté porque fue hace horas el encuentro), por la Bruja que alimenta mi mirada, por los aprendizajes, por el camino recorrido, por el que queda, por quienes enseñan a andar (y a superar lo que parece insuperable), por el crecimiento, por las heridas y sus cicatrices, por el futuro… por mí (perdón, mi ego es incontrolable a veces): SALÚ!!!