No todo lo que brilla es correcto, ni todo lo que huele feo es intolerancia

Desde hace algún tiempo estamos entrando a enfermarnos de corrección política.

Hace poco menos de un año, un grupo de defensores de los derechos de los animales increpó a una agencia de publicidad, por la aparición de un ave enjaulada en un spot comercial. La escena no llegaba a durar ni cinco segundos y -de hecho- su aparición refería al apodo de Carlos Gardel ("El zorzal criollo"). Quienes saben de aves, aseguran que ni siquiera era un zorzal, sinó que se trataba de otra especie "representando" a un zorzal. La agencia modificó el comercial y todos más tranquilos.

Un año antes, las redes sociales uruguayas estallaron con el video de un grupo de adolescentes (casi niños), maltratando y golpeando a una perra hasta matarla. El video era tremendo. Dejaba al desnudo la agresividad de la que es capáz un ser humano, y la forma "festiva" en que puede llevarse adelante semejante acto. Las reacciones en las redes sociales, no le fueron en zaga... Inmediatamente empezaron a bramar los políticamente correctos, pidiendo un castigo ejemplar, "equivalente al daño causado". Publicaron fotos de los agresores, acompañadas de sus datos personales y amenazas varias (algunas que realmente daban miedo).

El carnaval pasado, el tema de la discriminación sexual estuvo en el tapete, teniendo como protagonista a "Cucuzú" Brilka y su personaje "Gay man". Nuevamente las redes sociales fueron el amplificador elegido para condenar y pedir pena por tan reprobable acto. Muchos buscaron viejos videos de Brilka, de carnavales anteriores en los cuales (como siempre), el blanco favorito de sus chistes son los "borrachos", los "gallegos" y los "trolos".

Días más tarde, un grupo de referentes culturales grabó un spot publicitario, haciendo un llamado a la Real Academia Española (RAE) para que quite del diccionario la expresión "trabajar como negro". La iniciativa era plausible y de hecho unos cuántos nos sumamos a ella (adivinen a través de qué medio?... si, adivinaron: LAS REDES SOCIALES). El talón de Aquiles de la iniciativa, radicaba en la observación que hizo Enrique Ortega Salinas: la función del diccionario (y de la RAE), es incluir TODAS las expresiones y aclarar el carácter de las mismas (por ejemplo, decir si están en desuso, si son descalificadoras o discriminatorias, etc). Por otra parte, la campaña más que conseguir su objetivo, logró que muchos tomaran en broma a la misma y empezaran los chistes sobre qué término utilizar para referirse a los negros, etc.

Por supuesto que todo aquel que sienta herido su modo de vida o el de un ser allegado, tiene el derecho a emprender las acciones que entienda adecuadas para revertir tal situación, pero tratando de no perder de vista la noción de lo ridículo.

Habrá -como siempre- mucha gente que defienda el derecho de los animales a no ser maltratados o explotados, sin embargo, de ahí a casi pedir la cabeza de quienes cometen un acto de maltrato hay un abismo.

Respecto a los procesos creativos (en este caso los humorísticos), creo que no debe haber mayor límites que los del buen gusto, pero no empezar en una cruzada contra quienes hacen una parodia (buena o mala) que SIEMPRE se hizo. 

Hace poco, en una red social cometí el error de hacer un chiste con connotaciones raciales. Quienes me conocen bien, saben de sobra que no tengo prejuicio alguno. Saben -también- que el humor ácido es mi favorito. De todos modos, sigo creyendo que fue un error de mi parte. Alguien que supuse me conocía, se agravió por mi comentario y entendió que el mismo ofendía a sus mayores.

Y aunque no lo comparto, lo entiendo. Es todo parte de esta enfermedad social que padecemos. Es todo parte de la "Corrección política". Una enfermedad hipócrita y pacata, que nos hace "descubrir" lo evidente como si descifráramos una fórmula mágica que nadie antes pudo ver. Que nos hace indignarnos y horrorizarnos por algo que hasta no hace mucho celebrábamos. Y que también provoca ceguera selectiva ante hechos que deberían provocarnos pavor.

Mientras la mayoría de la población carnavalera estaba hablando del "desubicado" Walter "Cucuzú" Brilka y de la campaña para erradicar expresiones racistas del diccionario, agrupaciones como Bafo da Onça (con sus mulatas de fuego) o La Klínica del Klan (con la PKDoras), hacían un espectáculo absolutamente misógino, a cuyo lado "Las Primas" parecen Shakespeare, que deleitaba a los correctos políticos (sobre todo a los varones héterosexuales) y que no despertaba ninguna mirada reprobatoria.

Lo que no dicen los políticamente correctos, es que su indignación es absolutamente selectiva. Ahora condenan a quienes hagan humor pretendidamente homófobo o racista, porque es lo que indican los tiempos. Sin embargo miran para un costado ante la misoginia. Y no sólo eso. Festejan calurosamente el humor xenófobo (referido mayoritariamente a "gallegos", "judíos" y "porteños"), se regocijan con los comentarios que condenen a "los milicos" (porque además, mayoritariamente los correctos políticos son "zurdos"); y no piensan ni por un instante en que el alcoholismo es una enfermedad cuyo padecimiento es familiar, mientras se ríen a carcajadas de los "chistes de borracho" que hace el mísmo Walter Brilka que enjuician.

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