MUROS

Dicen que los corredores de maratón sufren -casi siempre, en determinado momento de la carrera- un episodio conocido como "el muro".
Parece que -de golpe- el cuerpo, que hasta ese momento llevaba un ritmo sostenido, experimenta un agotamiento que lo lleva a bajar drásticamente su rendimiento y la mente (que venía concentrada y con objetivos claros), empieza a llenarse de dudas.
Todo esto sucede, dentro del mismo cuerpo de un atleta que invirtió semanas, meses (quizás años) de entrenamiento para ese evento, para esa carrera.
Y pese a todo este panorama, el propósito permanece. Aún a ritmo cansino, aún con la mente nublada, las piernas siguen haciendo su parte, los pulmones se siguen expandiendo y contrayendo, el corazón sigue bombeando sangre... la carrera sigue (porque debe seguir), porque lo que cuenta es llegar a la meta.
Se me ocurrió pensar en la cantidad de muros que se nos presentan a lo largo de la vida. Eventos que nos dejan, aparentemente, vacíos de fuerzas, con el razonamiento nublado. Personas y accionares que logran que dudemos de nosotros mismos, de nuestros objetivos, de nuestras metas.
Momentos en los que parece alejarse el horizonte sin que demos un solo paso. Instancias que provocan dolores tan profundos, que casi no podemos hablar de ellos sin que nos vuelvan a doler.
Sentimos que no tenemos fuerza ni ánimo para más nada. Queremos no tener mas fuerza, porque empezamos a temer que -al esforzarnos para dar el siguiente paso- el muro se agrande o (peor aún) haya otro muro más detrás de ese.
Todo parece estar en nuestra contra. Incluso lo que debería estar a nuestro favor. Incluso quienes deberían estar a nuestro lado.
Y empezamos a perder la calma, y miramos a nuestro entorno. Necesitamos sostenernos, apoyarnos en algo, en alguien... necesitamos una señal que nos indique cómo superar el muro.
Eventualmente encontramos aquello que tanto anhelamos, hasta que notamos que (lo que creímos haber hallado) es algo circunstancial, efímero, momentáneo... incluso, en algunos casos, nos lleva a muros peores.
... y seguimos buscando.
Y lo que no sabemos, porque nos sentimos abatidos, agotados, confundidos, exhaustos es que lo que buscamos sigue estando donde siempre estuvo... justo en el mismo lugar que el muro: dentro nuestro, y que todo lo que debemos hacer, es lo mismo que hace el maratonista: seguir corriendo.  Confiar en que -pese a todo- llegaremos a la meta. Aún cuando no sepamos bien para qué... aún cuando no podamos siquiera verla.
Después de todo, la maratón es una carrera de fondo que evoca la distancia que recorrió Filípides para anunciar a los arcontes la victoria de los griegos.
Se dice que luego de correr cuarenta y dos kilómetros, ciento noventa y cinco metros, Filípides anunció: "Alegraos, vencimos!", y al decir esto murió luego de dar la noticia que todos esperaban oír.
A correr entonces... y a superar muros, que al llegar a la meta, tendremos (al fin) las buenas noticias que tanto anhelamos.

Regreso a otro sitio

Volví
a encontrarme en esta calma
que no es la misma
(pero es calma
y es lo que importa)

Intenté salir al ruido
lo hice con cierto éxito
y fue ese mismo ruido
el que acabó por agobiarme

Regreso a este refugio
injustamente abandonado
que ya no es el que dejé
ni tiene la misma cara

Gracias por estar aquí
esperando sin saber
firme y en silencio
sólo esperando

Impasible
tranquilo, paciente
incapaz de reproche
sabio en la espera

No sos aquel que creé
ni el que se fue gestando
ni el que podría imaginar
ni el que esperaba
y no esperaba

Igual me recibís
y me arropás
y vuelvo a vos
y volvés a mí

Aunque ya no sea yo
aquel que era
aunque ya no seas vos
quien yo imaginaba