"falta mi cara en la gráfica del Pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo... los ojos míos en la contemplación del mañana... mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos"
Alfredo Zitarrosa
Hoy no es un día cualquiera.
Por primera vez en la historia del Uruguay, un Presidente de izquierda le entrega el mando a otro Presidente de izquierda.
Sin dudas es un día histórico, y unos cuántos no estarán.
No estará el General Liber Seregni, fundador de la fuerza política, 1que tiene a su cargo el futuro de mi país desde hace cinco años y por cinco años más. No estará Zelmar, desde mi punto de vista una figura descollante a quien la última dictadura dio muerte.
No estarán decenas de uruguayos desaparecidos y otros tantos asesinados por ser izquierdistas o tener algún tipo de vinculación con el Frente Amplio, o por integrar las fuerzas de la guerrilla, que el hombre que hoy asume la Presidencia integró.
No estarán otros centenares de uruguayos que están en el exterior, que se fueron a buscar mejores horizontes cuando aquí parecía no haber más futuro. Muchos de ellos, seguramente, palpitarán a través de internet, se desesperarán buscando un dato más, otra imágen, otro color, otra anécdota que los acerque, los traiga un poquito, aunque más no sea a través de un teclado o un monitor.
No estará Killia. Mi hermana del alma. La compañera que a través de su ejercicio militante, de su compromiso para con el futuro, para con sus sueños propios y para con el país (que ella ayuda a mejorar desde su puesto de lucha) vive, sueña, se apasiona, se calienta y se emociona día a día.
Y sin embargo estará... como estuvo en la elección de noviembre pasado, a través de un gesto de amor, de esos que ella enseña sin pretenderlo. Killia estará. Y aunque para ella no sea lo mismo, ella misma sabe que estará... en Yuyi, en el Yoyo, en Betty, en Laura, en Adriana, en Vannia, Diego y Mauro, en Gaby, en Ariel, en Nelson, en la Fundación María Tsakos, en sus alumnas de danza, en sus colegas, en sus camaradas, en sus amigos carnavaleros... en mí.
Cada uno de nosotros, los que nombré y los que no, sabemos que debemos llevar a nuestra Killia durante esta jornada, y luego trasmitirle lo qué sintió/sentimos, como ofrenda, como devolución a tanto que ella nos aporta día a día.
No será lo mismo. Sin duda, no será lo mismo. Ojalá no faltara tanta gente. Ojalá no faltara Líber, Alfredo, Zelmar, Germán, mi hermano Carlos, mis sobrinos... Killia.
Afortunadamente no faltarán.... y aún así, no será lo mismo.