ADIÓS IDEA


Esta madrugada, a los ochenta y ocho años se fue la poetisa Idea Vilariño.




Hoy que el tiempo ya pasó
hoy que ya pasó la vida
hoy que me río si pienso
hoy que olvidé aquellos días
no se por qué me despierto
algunas noches vacías
oyendo una voz que canta
y que tal vez es la mía...

Quisiera morir...
ahora... de amor.
Para que supieras
como y cuanto te quería
quisiera morir...
ahora... de amor
para que supieras...

Algunas noches de paz
si es que las hay todavía
pasando como sin mí
por esas calles vacías,
entre la sombra acechante
y un triste olor de glicinas
escucho una voz que canta
y que tal vez es la mía...

Quisiera morir...
ahora... de amor.
Para que supieras
como y cuanto te quería
quisiera morir...
ahora... de amor
para que supieras...

La canción y el poema (Idea Vilariño - Alfredo Zitarrosa)

OCHO

Año 1972. Uruguay.
Desde hace una década el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T), viene dando que hablar en toda América Latina con su “guerrilla urbana”.
Tras una breve pausa en la que depusieron las armas para que se realizaran las elecciones de 1971, los enfrentamientos con las fuerzas policiales y militares han recrudecido notoriamente.
A este escenario –ya de por sí complejo- se suman fuerzas paramilitares que vienen formándose desde hace unos años, bajo el cobijo de políticos, militares y policías de extracción derechista. El Escuadrón de la Muerte, el Comando Caza Tupamaros (CCT), el Comando Dan Mitrione, la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) y otros menos notorios suben el voltaje de la violencia, principalmente en las calles montevideanas.
De todos modos ya hay antecedentes. El 31 de julio de 1971 aparece en la Playa Pocitos, el cuerpo mutilado (también acribillado) de Manuel Ramos Filippini. Había sido secuestrado por el Escuadrón de la Muerte (recién ahora, 38 años después un fiscal solicita el procesamiento de varios integrantes del Escuadrón de la Muerte, por este y otros hechos).
En los primeros meses de 1972, una sucesión de atentados contra locales de la recién nacida coalición de partidos y movimientos de izquierda (Frente Amplio), así como a casas de dirigentes de dicha coalición y abogados de detenidos políticos se torna habitual.
A finales de febrero, aparece en La Tablada el cadáver acribillado de Íbero Gutiérrez, estudiante de 22 años que había desaparecido dos días antes. Junto al cuerpo un cartel que rezaba: “vos también pediste perdón. Bala por bala. Muerte por muerte. Comando Caza Tupamaros”.

Abril.
El día a día de este mes marca a fuego y sangre a la sociedad toda. Montevideo llora, Montevideo se indigna, Montevideo teme.
El 9 son atacadas las casas de los legisladores frenteamplistas Enrique Rodríguez y Zelmar Michelini. En la casa de Rodríguez dejan volantes acusándolo de “comunista asesino”.
El fatídico día 14 quedará grabado por su virulencia.
Entre las 7 de la mañana y el mediodía, los Tupamaros dan tres golpes en los que caen abatidos el subcomisario Oscar Delega, el agente Juan Carlos Leites, el capitán de corbeta Ernesto Moto y el Profesor Armando Acosta y Lara (ex Ministro del Interior y ex Interventor de Enseñanza Secundaria). Todos acusados por el MLN-T de integrar el Escuadrón de la Muerte.
En otro operativo al mediodía caen dos tupamaros: Jorge Gropp y Norma Pagliano.
A las dos de la tarde son asesinados Luis Martirena y su esposa Ivette Giménez. Ambos son integrantes del MLN-T.
En la misma tarde –por si fuera poco- la policía mata a los tupamaros Jorge Candán Grajales, Armando Blanco, Gabriel Schroeder y Horacio Rovira.
De noche, en un acto realizado en el local central del Partido Comunista del Uruguay, por la juventud de ese partido, varios hombres, fuertemente armados, todos identificados con un brazalete blanco entran al grito de "Cuerpo a tierra", disparando al techo, rompiendo los focos y rociando combustible a los asistentes al acto, al tiempo que amenazan puntualmente a algunos militantes, haciéndole saber que conocen detalles de su vida. Ante la impotencia para doblegar el accionar del MLN-T, la represión ingresa -a la fuerza- al Partido Comunista en la ola de violencia.
Todo esto sucedía a pocos metros del Parlamento, donde comenzaba el debate, que desembocaría en la declaración del Estado de Guerra Interno para todo el territorio uruguayo.
Con las potestades que esta declaración otorga a policías y militares se producen varios atentados. Fueron víctimas de estos atentados, el profesor Jorge Ares Pons, los abogados Gonzalo Navarrete, Alejandro Artucio, Carlos Martinez Moreno y del director del semanario Marcha, el magistral periodista Carlos Quijano. También son atacados varios locales del Frente Amplio, la casa del disk jockey Elías Turubich, la imprenta Alborada y la iglesia Metodista que ocupó un comando Tupamaro para disparar sobre Armando Acosta y Lara.
En la mañana del día 16, aproximadamente mil personas se reúnen frente al domicilio de Juan José Crottogini (candidato a la vice presidencia del Frente Amplio), para solidarizarse ante el atentado que sufrió en la madrugada. El espontáneo acto fue disuelto con una represión brutal.
Todo esto fue la antesala de una masacre cruel e innecesaria. Ocho hombres, ocho trabajadores, ocho militantes, de un partido legal, fueron emboscados y acribillados. Unos murieron de inmediato, otros se desangraron pidiendo ser atendidos. Una ambulancia fue retenida para que no asistiera a quienes morían miserablemente.
El libro de Virginia Martínez Los fusilados de abril (¿Quién mató a los comunistas de la 20?), cuenta detalladamente la emboscada preparada desde la mañana del 16 de abril, hasta la sangrienta ejecución de la madrugada del 17 de abril de 1972.

Estos son los ocho obreros comunistas asesinados


Luis Alberto Mendiola
Está parado en la puerta del Seccional. Lleva un grueso chaquetón de paño por el que de lejos se lo reconoce.
Mendiola estuvo en la URSS. De allí trajo interminables anécdotas sobre la vida cotidiana en Moscú, y el abrigo de paño que usa invariablemente. "Fue a hacer un curso superior de formación política. Imposible imaginarlo en la disciplina de estudiar filosofía, economía, no tenía la preparación ni el temperamento. Cuando volvió lde lo único que hablaba era de la gente, de las variedades de ajíes que se podía comprar en el mercado. Él decidió no comer del comedor de la escuela y cocinaba para todo el mundo. Pero el contenido de los cursos no se le pudo sacar una palabra" recuerda Rodolfo Cora.
Algunos compañeros hablan también de sus memorables rabietas. Hace años que vive en Montevideo pero sigue siendo un hombre del Interior. Viene de Casupá. Y aunque se llama Luis Alberto en homenaje a Herrera, el caudillo blanco, Mendiola morirá comunista.
Le disparan seis veces. El primer balazo es en la cabeza. La bala lo hiere pero no penetra. El segundo balazo le destroza la cara y sale por la nuca. Los otros disparos son en el hombro, en un brazo y en las piernas. La autopsia registra además que hay en su cuerpo "heridas raras", cortantes como de un arma blanca.

José Abreu
Es metalúrgico. Tiene 37 años. En 1969 se afilió al Partido Comunista. Tiene cuatro hijos y una mujer joven de 22 años.
"Era un hombre de la fábrica, más que del Partido" dice Rodolfo Di Giovanni.
A Abreu un balazo en el pecho le perfora el pulmón. Cuando ya está caído en la calle le disparan otra vez. Intenta moverse. No puede. La bala le ha atravesado la médula espinal, y le paralizó las piernas. Se arrastra. Se resiste a morir. Finalmente, unas horas más tarde, la muerte lo vence.

Ricardo González

Cuando Di Giovanni llega a la Agrupación Nuevos Rumbos con la noticia de que hay problemas en el Seccional 20, Ricardo González está jugando al fútbol con los compañeros. Interrumpen el partido y se ponen a la orden.
Va hasta la casa a avisarle a su madre que va a salir. No le dice adónde va para que no se preocupe, quizá vuelva tarde o no vuelva, no sabe. Vive con los padres y con su hermana menor, en una casa que la familia todavía no ha podido terminar de construir. Trabaja desde los 13 años. Empezó haciendo un reparto de pan en bicicleta y luego aprendió el oficio de panadero. Desde hace unos años es maestro de pala en una panadería del barrio.
Ricardo González cumplió 21 años. Tiene novia y un oficio. Hace dos o tres meses que se afilió al Partido Comunista. En pocas horas va a morir de un balazo que le disparan en la nuca desde muy cerca, y que lo mata en forma instantánea.
Alfredo Zitarrosa recordará en La canción quiere, al muchacho panadero:
No tiene miedo a la bala
ni a la bomba ni al infierno
canta pudiendo.
Lleva en las manos heridas
una flor con una espina
agua y harina.

Ruben López
Trabaja en un puesto de verduras que hay en la misma cuadra del Seccional. Había jugado al fútbol en el club Liverpool.
Es difícil pensar que estuviera en el local esa noche sin ser un militante activo. Los compañeros no tienen recuerdos de él y los vecinos dicen que pasaba todo el día allí porque trabajaba cerca y no tenía familia.
Muere con la campera que le prestó el Gallego Buño. Primero le dan un tiro en la nuca y cuando cae lo rematan de un balazo en la cabeza.

Elman Fernández
El muchacho rubio se llama Elman Fernández y hace diez años que está afiliado al Partido Comunista. Su padre era violinista de la Orquesta del SODRE y le eligió el nombre en homenaje a Mischa Elman, el famoso violinista ruso.
Estudió violoncello en el Conservatorio Nacional de Música. También fue boxeador en el Club Atlético Peñarol y aunque dejó el deprote, sigue entrenándose con el hermano.
"Tenía un físico privilegiado, era inmenso, fuerte, no podías creer que con esas manazas tocara el violín. Un muchacho callado, tierno, como que el carácter no correspondiera a ese cuerpo tan grande" recuerda Julio Echeveste.
Elman Fernández muere al lado del Seccional, en la puerta de la casa de Esteban Benlián. El primer balazo en la pierna, lo hace caer. El segundo balazo, en la cabeza, lo mata.

Raúl Gancio
Trabaja desde los 11 años en la fábrica de vidrio CODARVI.
"Tenía muy buena relación con la gente" recuerda Julio Echeveste.
Dice Rodolfo Di Giovanni: "Eran un hombre jovial y bohemio. Le decíamos El Pulpa porque era chiquito y colorado. Ese día, como había peligro en la 20, no se borró, estuvo allí".
Raúl Gancio tiene 37 años y una hija pequeña a su cargo. Le disparan una sola vez. La bala lo hiere en el vientre y cae. Agoniza durante toda la noche desangrándose. Pide que lo atiendan, pide por su hija, pide que no lo dejen morir.

Justo Sena
"Buen mozo, alegre, le gustaba vestirse bien, y en las situaciones dificiles simmpre tenía alguna salida de humor." dice Noemí Apostoloff.
A Sena le disparan tres veces. La primera bala, que le da en el pecho, lo tira hacia atrás. Cae y le dan un balazo en el vientre. Lo rematan en el suelo pero todavía no muere. Con una hemorragia interna llega hasta el amanecer.

Hector Cervelli
el 28 de abril de 1972 muere Héctor Cervelli en el Hospital Militar. El Torito, como lo llamaban sus compañeros era obrero metalúrgico y fue uno de los fundadores del sindicato de los obreros metalúrgicos, la UNTMRA.
Cervelli estaba con José Machado dentro del local, junto a la puerta de acceso. Fue el primero en salir. Machado lo vio caer, después un balazo en la cabeza lo derrumbó también a él.
Los dos hombres quedaron tirados frente al Seccional hasta que una ambulancia los trasladó al Hospital Militar. "Estuve internado en el Hospital Militar con Cervelli. A mí el balazo me había sacado un pedazo de hueso de la cabeza. Él estaba muy herido, en el pecho y en el estómago. Yo lo vi morir. Cuando murio me paré en silencio al lado de la cama hasta que se lo llevaron. Fue mi manera de rendirle homenaje, de acompañarlo" dice Machado.
Cervelli es el único de los ocho obreros asesinados al que no se le practicó autopsia.


Todos los datos fueron obtenidos del libro LOS FUSILADOS DE ABRIL de Virginia Martínez.

(RE)CONSTRUYENDO(ME)



Recuperé sin pretenderlo
el disfrute que provocan
las diabluras en santa semana
las caricias impías
las miradas que no comulgan
las risas profanas
y muchos detalles
nuevos y deleitables
como saber que alguien
puede sentir placer
al hacer sentir placer
y cruzar un país entero
de norte a sur
en ida y vuelta
para estar con uno
para estar conmigo

Y llegó ella
sencillamente dulce
dulcemente tierna
tiernamente sencilla
y compartimos comidas
películas, músicas
noches y días
y hasta algún malestar
producto del cambio en el clima
y nos acompañamos
y nos disfrutamos

Sabíamos que eran sólo unos días
pero no nos importaba
ya vendrán otros
y otros más
y habrá que caminar
el camino
el tiempo
el compartir
y el vivir
sin miedos y sin intrigas
sin abajo, sin arriba
ella a mi lado
y yo al suyo
construyendo
me siento
renovado

ALFREDO...

Fue hace veinticinco años. Alfredo volvió luego del exilio al que lo condenó la dictadura más cruel y desalmada que recuerda este paisito.
Pero no abundaré en lo político (aunque tratándose de Alfredo, se vuelve ciertamente imposible no tocar lo político).
Es la voz más representativa del sentir uruguayo.
Tanto es así, que -precisamente- los mismos militares que debían custodiar que su música no sonara en esos años oscuros, lo oían a escondidas de sus superiores.
Así era Alfredo. Superó todas las barreras posibles, simplemente haciendo lo que sabía hacer: CANTAR.
Traje sobrio, aspecto entre desafiante y sombrío.
Podía cantarle a lo más comprometido, como cuando hizo LA CANCIÓN QUIERE, dedicada a los ocho trabajadores comunistas (como él), acribillados cobardemente por un comando militar.



Pero también se permitía dedicarle canciones a cosas simples: su hijas, su perro.



Las guitarras, el tono de voz, la postura en los recitales... no se requería despliegue alguno, él y su voz convocaron siempre por sí sólos. Él y su voz podían describir lo que sentía un pueblo amordazado por la prohibición de palabra, de pensamiento.



También podía oírsele cantarle al amor, a la mujer, a los vaivenes de las relaciones amorosas.



Cuando se fué, el escritor Eduardo Galeano recogía en su LIBRO DE LOS ABRAZOS, una anécdota contada por el magistral Juceca.

El cantor

CUANDO ALFREDO Zitarrosa murió en Montevideo, su amigo Juceca subió con él hasta los portones del Paraíso, por no dejarlo solo en esos trámites. Y cuando volvió, Juceca nos contó lo que había escuchado.

San Pedro preguntó nombre, edad, oficio.

-Cantor -dijo Alfredo.

El portero quiso saber: cantor de qué.

-Milongas -dijo Alfredo.

San Pedro no conocía. Lo picó la curiosidad, y mandó:

-Cante.

Alfredo cantó. Una milonga, dos, cien. San Pedro quería que aquello no acabara nunca. La voz de Alfredo, que tanto había hecho vibrar los suelos, estaba haciendo vibrar los cielos.

Y Dios, que andaba por ahí pastoreando nubes, paró la oreja. Y contó Juceca que ésa fue la única vez que Dios no supo quién era Dios.


Por estos días, la Fundación Alfredo Zitarrosa exhibe en el Ministerio de Tranporte y Obras Públicas una muestra recordando los veinticinco años del regreso al Uruguay de Alfredo, y me pareció de rigor intentar homenajearlo.
Ojalá haya estado a la altura de las circunstancias.
Si no fue así pido disculpas... y les dejo un poquito más de Alfredo.