ANOCHECER DE UN FIN DE SEMANA AGITADO

...y curioso.
Fin de semana sin mi enano por circunstancias festivas (suyas) y laborales (mías).
El caso es que ya entró el lunes y recién estoy por acostarme.
Estoy agotado y ansioso.
Empieza una pequeña cuenta regresiva que me traerá a alguien de regreso.
Y luego de tanto agite y tanta ansiedad, puse la radio para aplacarme un poco y me encontré con tres canciones hermosas.
Las comparto acá con ustedes, con la única excusa de compartir algo lindo.
Las vuelvo a escuchar... y me duermo.
Que las disfruten... y buenas noches






LAS DOS VÍCTIMAS

En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira
todo es según el color
del cristal con que se mira

Cuando era niño, en casa los dos perros estaban atados. A mis padres no les gustaba la idea de que estuvieran sueltos por el patio, ya que mis hermanos venían siempre con muchos amigos y temían que los perros (que no eran de raza, ni agresivos), pudieran -intempestivamente- atacar a alguno.
Entre el enjambre de amigos de mis hermanos, había uno (Aníbal), que tenía por costumbre llegar y tirarle una piedra a uno de los perros.
Nulo éxito tenían mis padres y mis hermanos en los reiterados pedidos para que depusiera esa conducta.
Cierto día, llegan mis hermanos con sus amigos y Anibal cumplió puntualmente su ritual. Imprevistamente el perro se soltó, y entre medio de todos los niños buscó los pies de su agresor y lo mordió.
Luego de las corridas lógicas (llevar al niño al médico, verificar la gravedad de la herida, hablar con sus padres), el perro fue reprendido por mi padre y volvieron a atarlo (esta vez reforzando las cadenas).
Con el correr de los días, en casa fuimos comprendiendo que el animal reaccionó ante una agresión sistemática y gratuita del único modo que sabía y podía hacerlo. La familia de Aníbal, en cambio, no entendía como no había sido sacrificado el perro, ya que -para ellos- ese animal era una amenaza para cualquier niño del barrio.
De hecho, por un buen tiempo ambas familias estuvieron distanciadas.

En estos tiempos, en que tanto se habla de violencia, la renuncia del sacerdote Mateo Méndez, a la dirección del Instituto de Tratamiento y Rehabilitación Juvenil (INTERJ) puso sobre el tapete uno de los costados más oscuros de la violencia social.
Para muchos, los jóvenes que allí caen son "irrecuperables". En cambio, el Padre Mateo Méndez intenta llamar la atención sobre las condiciones de alojamiento y hacinamiento en que los jóvenes infractores deben estar, cuando son llevados a los mal llamados "Hogares".
El Padre Mateo había fundado en los años 80, la organización Tacurú, en medio de algunos de los barrios más comprometidos social y económicamente en Montevideo. Allí, durante nueve años, llevó a cabo una labor social que ahora tiene vida propia, alejando a los jóvenes de los círculos delictivos y encaminándolos en la inserción social (esa que tantos debates infructuosos y frases políticamente correctas insume). Luego inició en Tacuarembó una obra similar que durante diez años timoneó con igual éxito. Con el INTERJ (y sobre todo con las trabas políticas y burocráticas) no pudo seguir más allá de seis meses de gestión.
El grueso de la opinión pública seguirá sosteniendo que muchachos, cuyas edades oscilan en los 13 a 18 años, que empuñaron un arma para cometer un delito son irrecuperables; los que pensamos como el Padre Mateo seguiremos opinando que hay que replantearse la responsabilidad social y la contínua y gratuita agresión a la que sometemos a esos jóvenes (con falta de oportunidades y exclusión social), que termina sacando de ellos su costado agresivo más primitivo.
Y mientras tanto, seguiremos sin ver que hay víctimas de ambos lados. Unas más visibles, otras menos.
Pero víctimas al fin.

ELOGIO A LA MUJER BRAVA (Hector Abad)





Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas.


A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc.

En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.

La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca.

Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros.

Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bolas, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran "no más usted me avisa y yo le abro las piernas", siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).

A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema.

Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.

Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios.

Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado.

Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.

Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.

Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas.

Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza.

Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.

Vamos hombres, por esas mujeres bravas!!!!!!!!!!!!!


"Cuidan el huerto, enseñan, sueñan"
Definitivamente, esa frase es la que más me emociona del "Canto de Trabajos" de Pedro Guerra (Raúl)


Para ver información adicional recomiendo visitar http://www.180.com.uy/articulo/El-dia-de-la-mujer-en-Gaza

PROMESA


Está claro que esta noche tormentosa provoca temor en vos. A veces, perdemos de vista que a todos nos pasó eso cuando éramos niños.
Por eso, mas allá de cómo resolvamos este momento puntual, te prometo que esta noche, cuando hayas cerrado tus ojos y Morfeo te atrape, voy a subirme a un caballo alado y -por una vez- no viajaremos en esa nave espacial, en la que acostumbramos irnos a todos los planetas (menos a Marte porque vos siempre decís que ahí "los extraterrestres son malos").
Esta vez vamos a sentir el viento en nuestras caras y una vez sobre las nubes, nos reiremos de la tormenta y sus rayos amenazantes. Casi vamos a tocar con las manos el arcoiris y vas a sentir, como deberías sentir siempre, que valés más que todo el oro del mundo para este pobre aprendiz de humano.