HISTORIAS DE LAS SILLAS



En el borde del camino hay una silla
La rapiña merodea aquel lugar.
La casaca del amigo esta tendida
El amigo no se sienta a descansar.
Sus zapatos de gastados son espejos
Que le queman la garganta con el sol
Y a través de su cansancio pasa un viejo
Que le seca con la sombra el sudor.

En la punta del amor viaja el amigo
En la punta más aguda que hay que ver.
Esa punta que lo mismo cava en tierra
Que en las ruinas, que en un rastro de mujer.
Es por eso que es soldado y es amante
Es por eso que es madera y es metal
Es por eso que lo mismo siembra rosas
Que razones de bandera y arsenal.

El que tenga una canción tendrá tormenta
El que tenga compañía, soledad.
El que siga un buen camino tendrá sillas
Peligrosas que lo inviten a parar.
Pero vale la canción buena tormenta
Y la compañía vale soledad
Siempre vale la agonía de la prisa
Aunque se llene de sillas la verdad.

LÓGICO


"El problema de los edificios altos, es que no me dejan ver la luna" (Sebastián, el sábado pasado)

BALANCEÁNDOME

Nunca fuí muy afecto a los "balances de fin de año".
No hago campaña en contra ni a favor de ellos, simplemente no los hago, no los practico. Siento que es como imponerme una fecha (arbitraria, por cierto), para sacar cuentas (que nunca dan) y terminar agobiado por la empresa (seguramente inconclusa).
Sin embargo, este año, por algún motivo que desconozco, estoy haciendo algo que tiene algún punto de contacto con los manidos balances
Puedo afirmar claramente, que cada día amo más a mi hijo; que mis amigos Mario y Rosana son un tesoro inestimable; que no hay nada como sentirse vivo (aunque para eso, sea necesario sentir dolor); que a pesar de los pesares, la vida vale la pena; que mi alma guarda, momentos inolvidables en su memoria; que detesto más a la traición que a los traidores; que no me alcanzan las palabras, sigo prefiriendo los hechos (o nada); que cualquiera puede herir, aunque no esté en sus planes hacerlo (incluso yo); que si volviera a nacer mil veces, quisiera la madre y hermanos que tengo, y el padre que tuve; que también quisiera la infancia que tuve (con sus risas y sus llantos); que tengo demasiado por aprender; que quisiera hacer las cosas mejor de lo que las hago; que siento que puedo; que sin importar cuántos golpes más me esperen, seguiré jugándome a mis sueños; que Dios me ha dado muchísimo, y lo agradezco todos los días; que la vida me sigue dando nuevas oportunidades constantemente; que me encantaría reeditar momentos gratos (aunque no dependa sólo de mí); que sea lo que sea que me suceda, estoy preparado para aceptarlo... y que sigo extrañando, unos ojos rasgados, unos labios delgados que me llenaron de miel el alma.